Acaba de publicarse un estudio sobre la dinámica de los cultivos de coca en los parques naturales, adelantado por el Convenio del Sistema de Monitoreo de los Cultivos Ilícitos, Simci-Unodc, y la Unidad de Parques Nacionales Naturales de Colombia.
Revela este estudio que de las 51 reservas naturales establecidas en el país, 18 han sido afectadas por los cultivos de coca. El promedio de deforestación en estas 18 reservas naturales, por causa de los mencionados cultivos, es del 19 por ciento, unas 4.000 hectáreas; es decir, que los parques naturales enfrentan una amenaza aun mayor a los cultivos de coca y que es la responsable del 81 por ciento de su degradación.
Esa otra deforestación, que pasa desapercibida en los medios de comunicación y que no es enfrentada con medidas de prevención o recuperación eficaces por parte del Estado, responde a procesos de colonización con fines agrícolas, ganaderos o de tala maderera. Actividades, estas, que por desarrollarse dentro de una reserva natural son tan ilícitas como el cultivo de coca. Del 2001 al 2004 esa deforestación se ha duplicado y pasó de 16.000 a 32.000 hectáreas.
Si lo que pretende el Gobierno, con la erradicación forzosa manual de los cultivos de coca, es recuperar y salvaguardar estas áreas de protección ambiental, ¿entonces por qué no implementa la misma estrategia contra los cultivos de maíz, yuca, plátano o actividades ganaderas, que están en los parques? Simplemente porque erradicar no es recuperar y el plan del Gobierno es la lucha contra las drogas y no la rehabilitación ambiental.
Así lo confirma la experiencia de la erradicación manual de los cultivos de coca en la Sierra Nevada de Santa Marta que se llevó a cabo en julio de 2004. Los cultivos florecieron en nuevas zonas vírgenes.
Esta experiencia de la Sierra Nevada evidenció la alta movilidad de los cultivos. En el periodo estudiado, solo 4 hectáreas de coca permanecieron estables, en tanto que 164 hectáreas sobre un total de 238 afectaron selva virgen y bosque secundario.
Algo similar está sucediendo en el Parque de La Macarena. Antes de llevar la guerra a este parque, como de hecho está ocurriendo, el Gobierno debería analizar estos datos.
A pesar de ser el parque más afectado por los cultivos de coca, con 2.600 hectáreas, La Macarena representa solo el 3 por ciento de toda la coca en el país. En cambio, entre 2001 y 2004, el parque pasó de 7.000 a 8.000 hectáreas de coberturas antrópicas, es decir, otras coberturas diferentes a la coca que han sido introducidas por el hombre y que equivalen a tres veces más la extensión de sus cultivos de coca.
Por ello, la Operación Colombia Verde, en La Macarena, con su gran despliegue logístico-publicitario y el monitoreo de la ONU, da la falsa impresión de estar recuperando un santuario natural, cuando en realidad no está resolviendo la principal problemática del parque. Ahora se agrega el bombardeo a las Farc en esta área. ¿Existirá una relación de costo-beneficio en todo esto? Finalmente, el estudio revela también la deforestación en otro parque, que corresponde al territorio de los Nukak-Makú, quizás la última etnia nómada indígena y cuya subsistencia depende de la preservación de su territorio.
Dicha deforestación corresponde en 26 por ciento a los cultivos de coca y en 74 por ciento por la que he llamado la otra deforestación.
La respuesta del Gobierno ha sido la fumigación. Ignora la alta fragilidad de esta cultura ancestral, cuya población ya fue severamente diezmada al contraer una simple gripa, cuando entró por primera vez en contacto con el hombre criollo en 1988. ¿Será que la guerra a las drogas y el conflicto interno nos permitirán abordar otras prioridades en nuestro país? * Ex asesor del Ministerio del Interior, analista de política antidrogas.
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