El informe mundial sobre las drogas ilícitas de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (Jife) es el único reporte que evalúa con independencia a cada Estado en la aplicación de las tres convenciones internacionales de lucha contra las drogas. Y, en medio de un lenguaje diplomático, el informe de este organismo internacional cuasi judicial continúa revelando, año tras año, los precarios resultados de esta lucha global.
Del continente americano a Oceanía, de Europa a África y Asia, el informe revela incrementos o, en el mejor de los casos, contenciones en los cultivos de coca, amapola y marihuana; una producción y tráfico imparables de drogas ilícitas, incluidas las anfetaminas y otras drogas sintéticas. Una agudización que pasa por la inhalación de productos domésticos como pegantes y gasolina, llegando hasta la muerte por sobredosis por abuso desesperado de las drogas.
Lo que el Gobierno apresuradamente califica como positivo para Colombia es contrastado por la prensa que anuncia el Reporte de la Jife con el certero titular: Colombia sigue siendo el mayor exportador mundial de cocaína. El mapa de la coca y la cocaína después de diez años (cinco bajo el Plan Colombia) desafortunadamente lo confirma. Para 1995, año en que E.U.
descertificó a Colombia en su lucha contra las drogas, nuestro país contaba con una oferta de 200 toneladas métricas de cocaína, en el tercer lugar en la región, bien atrás de Perú y Bolivia. Hoy, Colombia es de lejos el principal fabricante de cocaína con casi el doble de entonces, 390 toneladas métricas. Afirma la Jife que la fumigación aérea ha experimentado un récord de cuatro años consecutivos, pero que hay un significativo replante y un 60 por ciento de nuevos cultivos. Esto indica que, en un plano cartesiano, la pendiente de evaluación de la erradicación de la coca en Colombia se ha acostado. Esto deja de ser un simple indicio de la ineficiencia del costo-beneficio de la estrategia de erradicación aérea, para convertirse en prueba plena. El injustificado optimismo gubernamental frente a su política de lucha contra las drogas se desvirtúa aún más cuando la Junta nos dice que a pesar de las incautaciones de cocaína, tanto en la región como en otras fronteras, no ha significado una reducción en la disponibilidad de cocaína en el mundo.
¿Cuál es la situación de nuestro principal socio comercial en lo legal e ilegal, Estados Unidos? El panorama norteamericano no nos es nada esperanzador en esta ecuación demanda-oferta. Si bien la Jife menciona, sin datos específicos, una disminución de los índices de uso de cocaína y estabilidad en el de heroína, esta situación es precaria debido a la capacidad del drogodependiente de pasar a/o utilizar diferentes drogas.
No acaso, la Junta ha reportado en E.U. un aumento en el abuso de drogas bajo prescripción médica que contienen estupefacientes, incluso en niños en edad escolar. Es este el caso del aumento de parches epidérmicos de fentanyl (cuyos efectos físicos son iguales a la heroína, pero cien veces más potentes) y que han causado muertes por sobredosis, cuando las víctimas se quitan el parche para comérselo, fumarlo o inyectárselo. O el aumento del abuso de inhalantes caseros como el pegante, la gasolina y hasta los removedores de uñas.
Respecto de la marihuana, informa la Jife que, a pesar de haber disminuido su consumo, E.U. produce 10.000 toneladas al año, con una tendencia desde hace 10 años a cultivar variedades más potentes. Colombia debe aprovechar esta etapa electoral para discutir este panorama y divisar otras opciones.
Quizás el TLC lo permita.
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